En Chile hay variedad de leyes con nombres, números, normales, anormales, conocidas, ignotas, etc. Pero también están las no escritas pero ampliamente difundidas; entre ellas la más famosa es la Ley Del Embudo.
Esta, en breve, consiste en que la parte ancha para los poderosos y la angosta para la mayoría de los ciudadanos del país. Por poderosos entenderemos a los burócratas estatales, a las elites del dinero, a las autoridades de cualquier nivel en cualquier parte y etc.
Un ejemplo reconfortante de esta ley es lo que me aconteció con el reciente terremoto: mi casa, en un precioso sector rural, sufrió con fuerza la furia del sismo, teniendo que demoler, en lo óptimo, más de la mitad de la misma, y en la peor, su totalidad.
No me preocupé mayormente ya que está prendada con un crédito hipotecario que tiene un seguro contra incendio y sismo, así que era cosa de ir al banco y asunto zanjado.
Ingenuo de mí.
La letra chica (Léase Ley del Embudo) decía cosas tan lógicas como: sólo se pagará la póliza si el movimiento telúrico no sobrepasa los 8 grados Mercalli en la zona en cuestión.
Problemas a resolver:
1.-Las mediciones originales son en la escala Richter,
2.-El sector rural no cuenta con instrumentos de medición,
3.-No hay como volver a repetir las condiciones del “evento” para que la compañía de seguros logre dirimir el asunto.
En definitiva lo que acontece es que uno paga por años, junto a la cuota del crédito, este seguro, que no tiene ninguna posibilidad de ser cobrado y el usuario, (parte angosta del embudo) tiene que reconstruir pidiendo un nuevo crédito, con seguro por sismo incluido y seguir pagando alegre y sonrientemente el antiguo junto al nuevo, con el mismo seguro en la cuota.
Viva el seguro contra sismos













